Ese día es uno como cualquier otro pero sin saber el porqué tus ojos empiezan a humedecerse y unas lágrimas más saladas de lo normal empiezan a resbalar por tus mejillas. Tu mundo empieza a deshacerse en un segundo, no se sabe el motivo pero una tristeza inmensa inunda tus sentidos. Y lloras, sin sentido, pero lloras con todas tus fuerzas y no gritas para no asustarte. Son muchas, tal vez demasiadas las decepciones y frustaciones acumuladas en tu corazón y la única salida que encuentran es a través de tus ojos. Esos ojos que cada día te devuelven la mirada ante el espejo, esos que te son fieles y sinceros. De repente, así como el torrente de lágrimas ha empezado a fluir, para. Tus ojos no pueden llorar más. Tu rostro está cansado pero en cierto modo feliz. Sonries y te das cuenta de que lo necesitabas. En tí surge una fuerza renovadora, capaz de derribar obstáculos y construir sueños. Esas lágrimas han sido las más dulces de tu vida.
Marisol
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario