Solías decir en aquel café que la vida nunca te deparaba nada bueno.
Solías anticiparte a todos mis movimientos.
Solías fingir que te importaba algo lo que ocurriera mañana.
Y solías hacer y decir tantas cosas que me perdía en tu mundo de fantasías.
Y viajaba sutil entre los resquicios de tu mente pero siempre me encontraba el desierto.
Un oasis en medio de la arena tibia, esos eran tus dos enormes ojos terrosos...
Mas no pude alcanzarte, mi vida.
No pude tocarte, mi amor.
No pude sentirte, mi cielo.
No obstante, después de ese cruce incierto de mentiras y verdades... encontré la fantástica versión de mí misma aunque en ella no dispusieras nada tú... porque ya nada contigo me queda.
Desvaneces en la fría noche de mis miedos, desapareces... eres el vapor simple y llano de lo que un día fuiste... ya nada de ti, Temor, queda en mí.
Marina