Quien pudiera hablar de amor sin apretar suavemente los dientes. Quien no finge una melodía alegre cuando nos acuna el miedo a volver a perder los sentimientos por los recovecos de las mentiras. Quien no desea fervientemente creer en el amor brillante y deslumbrante que nunca hiere...
Y son bellas falacias de la vida, solo eso... No hay buen amor sin su dosis de riesgo, sacrificio y comprensión.
No existen las bellas palabras si carecen de un cálido sentido. No hay quien encuentre gran poeta que no tenga por poesía su propia vida. No hay dramaturgo que no combata fieramente su particular melodrama... No hay, queridos lectores, manera de escapar de aquellos momentos que vuelven y volverán a nuestro corazón en forma de recuerdos.
Y no quiero dar a entender una imagen distorsionada de mi parecer. Nada más lejos de mi sentir el hacer creer que no vale la pena vivir la vida al máximo, con amor y con dolor. Descubrir los recovecos del misterio humanoide es mi mayor afición... y encontrar corazones rotos para coserlos, al parecer, mi misión.
Estamos en tiempos de felicidad, dicen, tiempos en los que las calles alumbran tanto que es imposible que no quede ni un pedacito de luz en tus ojos, ni tampoco es probable que no resten ni un ratito la energética esperanza navideña en los recovecos de nuestras almas.
Antaño odiaba la Navidad, detestaba su víspera, arruinaba cualquier ilusión por ella en mi corazón pues se me antojaba como momento culminante de la desesperación... y todo por un consecutivo de años en los que las luces de afuera no llegaban a la sombra de mi tristeza... la luz que se filtraba entre mi dolor y rabia la ahogaba con el llanto de circuntancias que hacían daño... una y otra vez... una y otra navidad...
Hoy, ayer, antes de ayer... y el resto de los días venideros... creo firmemente en mi felicidad, en mi dicha, en mi esperanza, con el corazón henchido por la prepotente sensación de bienestar... y, por consiguiente, tengo la esperanza y la fe inmaculada de que todos nosotros podemos amar la felicidad y amar el miedo a ella.
Gracias a todos los que os acercáis un poco a nuestros corazones.
Os deseo ciegamente un año lleno de experiencias que agranden vuestra inagotable fuente de bondad, comprensión y alegría.
Sean felices, por siempre.
Marina