Marisol
sábado, 31 de julio de 2010
Sin ganas y sin respuestas
Marisol
martes, 27 de julio de 2010
Aúlla el llanto
lunes, 26 de julio de 2010
De cómo derrumbar paredes
La chica se arrastraba día y noche, inmobilizada por el terror de saberse sola y sin amigos a los que acudir. El mundo la había olvidado o, más bien, ella se había olvidado del mundo. Lloró hasta arder de fiebre, sangró palabras heridas y heló mares cicatrizantes de vientos del norte. Así un buen día dejó de mirar el suelo y alzó su vista al hermoso cielo azul. Tan inmenso como el aura pura de la vida, tan al alcance de su mano ahora que sabía como derribar los muros: desde los cimientos. Golpeó fuertemente y, para su sorpresa, esas paredes que largamente habían conseguido separarla de su amada libertad cayeron cuales plumas caen al suelo. Volvió a volar, la chica, libre como el viento. Audaz como las águilas. Amada como lo que es...libre.
Marisol
jueves, 15 de julio de 2010
Derrotas absurdas
Meditó sentada en su banco favorito del parque...se había convertido en una bailarina sin escenario, ni público ni zapatos... los había perdido hacía mucho tiempo...
Apoyada en el respaldo de aquel banco sollozaba palabras de desamor...lo que siempre fue; pues el amor se le escurrió entre los dedos el día que poniéndose su mejor vestido se presentó dispuesta a ganar la última batalla...pero sólo consiguió una derrota humillante.
Ahora llora porque aún cree que sus lágrimas son como las del ave fénix, capaces de curar cualquier herida, por muy dolorosa que pueda resultar. Simplemente llora.
Marisol
martes, 13 de julio de 2010
domingo, 11 de julio de 2010
The Painted Veil
-Yo no te desprecio. Me desprecio a mí mismo.
-¿Por qué?
-Por haberme permitido amarte."
The Painted Veil
Marisol
Esta es una película que en su día fui a ver al cine, pero que hay que volver a saborear una y otra vez para captar su magia. Totalmente recomendable. Su título en español es El velo pintado.
viernes, 9 de julio de 2010
LA NECEDAD DE LAS RIMAS
jueves, 8 de julio de 2010
Pobre olvidada
Marisol
lunes, 5 de julio de 2010
HISTORIAS DE CALLE Y PENA
Son las diez y media de la noche. Sara continúa en la calle, haciendo la calle… como cada uno de sus días. Sara tiene frío, ya empieza a venir el mal tiempo y su piel de gallina es como una tela de seda que deja traspasar el frío pero esconde perfectamente el miedo.
Hoy no es su día de suerte: tres servicios en toda una tarde… sabe que va a sufrir consecuencias por ello. Mira a todos los lados. Se acercan unos chavales que la miran, se ríen, se mofan de ella. Sara les grita algunas frases obscenas para que contraten sus servicios pero como toda respuesta sólo recibe el crudo murmullo de la ignorancia. A lo lejos alguno de los muchachos le grita: “¡PUTA!”.
Sara sopla agobiada, no sabe qué hacer para conseguir la mínima cuantía del día: quinientos euros… que lejos estaba de conseguirlos.
Ya deben ser las once de la noche pasadas. Un hombre de aspecto rudo se acerca a Sara. Se para en seco. El proxeneta exige:
- Mi dinero. Dónde está mi dinero.- Acompaña a sus exigencias una mirada autoritaria que esclaviza a Sara y a su mirada.
- Esto es todo lo que he conseguido hoy.- Sara tiende sus doscientos treinta euros con la mano temblorosa. Sabe que su excusa no la va a salvar de lo que se avecinaba.
El proxeneta la mira con la crueldad nacida de lo más profundo de esos oscuros ojos. Penetra su furia en el corazón afligido de Sara. Ella, cabizbaja, sólo consigue murmurar algo parecido a una disculpa.
El proxeneta la agarra fuertemente del brazo y la tira contra la pared. Acerca su tétrico aliento a su cara. Sara empieza a sentir en su cuerpo los efectos del miedo.
Aquel hombre con la furia en las entrañas empieza a golpear a Sara, la empuja, la pega, la maltrata.
Una mujer entrada en años se acerca con una barra de hierro y golpea por la espalda al proxeneta; le golpea fuertemente para que deje de pegar a esa muchacha. En ese momento, Sara aprovecha para deshacerse de las garras de ese hombre maldito y lo empuja fuertemente contra la pared, con todas sus fuerzas, con ganas; aunque para ello debiera romper todos los huesos de su afligido cuerpo.
El proxeneta se aleja a trompicones maldiciendo a la mujer y a su puta, maldice y jura que volverá y que se las pagará.
Sara se deja caer como un papel viejo en el suelo y se apoya a la pared. Agacha la cabeza y la esconde entre sus piernas, sólo entonces rompe a llorar. La mujer mayor la mira compasiva, sus ojos reflejaban el dolor de toda una vida vivida a golpe seco y a empujones.
Esa mujer que ha entrado bruscamente en la vida de Sara se sienta a su lado y, acariciándola, le pregunta cómo se llama:
- Sara,- Responde entre sollozos.- pero todo el mundo me llama PUTA.
- ¿Por qué lo haces? – Pregunta la mujer a Sara.
- ¿El qué? ¿Ser puta? - Pregunta Sara sorprendida.
- No, me refiero a dejar que ese nombre tan bonito que te pusieron tus padres lo sustituyas por el de Puta.
Por toda respuesta Sara sólo consigue mirarla, mirarla bien profundo, a los ojos porque ella estaba convencida que la verdad de cada persona se esconde en los ojos.
La mujer se levanta y ayuda a Sara a levantarse. Sin decirle más que un adiós hace ademán de volver por el camino que había venido. Entonces, Sara reacciona y le grita a lo lejos:
- ¿Cómo te llamas? Y… ¿Dónde vives?
La mujer se da la vuelta y vuelve al encuentro de Sara. Cuando se tienen frente a frente le responde con voz suave y melosa:
- Soy Esperanza y vivo en la calle.- Dando su respuesta por concluida, la vagabunda vuelve a darse la vuelta y a volver por el camino que había venido.
Sara se quedó quieta por unos instantes. Una mujer que vivía en la calle le había prestado ayuda sin haberla pedido. Una mujer que estaba tan mal como ella había parado durante una hora el transcurso de su propio melodrama para unirse al suyo. Una mujer singular con toda la bondad que le hacía falta a esta sociedad.
Sara siguió mirándola a lo lejos hasta que su silueta se perdió en la noche. Era hora de volver a su cárcel de latón y dormir aprisionada entre sábanas de angustia. Era la hora de soñar.
Al día siguiente, rondando las cinco y media de la tarde, Sara empieza a pasearse por la calle de las tardes. Hoy le toca doble jornal: tarde y noche. Acaba de salir a la calle y está observando a la gente que pasa por allí. Ni siquiera sonríe, cuando lo intenta se asoma una mueca de dolor… había disimulado la huella del maltrato en su piel pero el maquillaje no era capaz de tapar el gran golpe que dejó en su corazón. Nadie se acerca a ella, nadie. Su aspecto es deplorable… la tristeza de estos últimos años estaba acabando con ella incluso antes que las palizas que recibía.
Pasó la tarde muy lentamente para Sara, se preguntaba dónde estaría Esperanza. Dónde estaría.
Creyó verla pasar dos calles más abajo con un carro de compra y la siguió. Cuando al fin aquella mujer se para en un banco de la plaza, ella se acerca.
- Te ha pegado otra vez. Deberías denunciarlo. No tiene derecho a tratarte así.
- No puedo, - Dice mientras se roza con los dedos el labio partido.- ya lo viste, soy su puta.
- Tú no eres puta. Mírate. No tienes alma de puta, no tienes corazón de puta.
- ¿Y cómo se sabe si una chica tiene corazón de puta?- Pregunta Sara asombrada.
- Muy sencillo, ninguna mujer tiene alma de puta. Ninguna mujer tiene corazón de puta. Yo llevo cinco años viviendo en la calle y cincuenta siento tratada como una basura por ser mujer. No existen las putas. Sólo mujeres que viven en la calle.
- ¿Cómo sabes tanto de estas cosas?- Sara no salía de su asombro.
- Pues recibiendo palos, como todo el mundo. Al principio yo creía que tenían razón. Que nos trataban así porque nos lo merecíamos pero no es así. Claro que no.
- No te sigo…
- Pues que a mí también me llamaron Puta. Yo también cambié mi Esperanza por Puta. Pero no es así. Estaba muy equivocada y me he dado cuenta demasiado tarde. He perdido toda una vida que estaba llena de oportunidades. ¿Y sabes por qué?- Esperanza empezaba mostrar su ira hacia el mundo. Empezaba a revelarse contra su dolor.- Porque yo era una oportunidad para la vida y me largué. Me largué de mi destino. Dejé en las calles y en las camas de los clubs a una mujer y me convertí, sin darme cuenta, en una puta.
Sara sólo consigue mirar a Esperanza. Busca en ella todo aquello que perdió por el camino de las calles. Busca corazón, busca calor, busca comprensión. Sara empieza a sentir en su interior una pequeña esperanza que cala hondo, muy hondo.
Esperanza no espera respuesta. Sabe que esa pobre chica no puede más que escuchar y recoger fuerzas. Sabe que en cualquier momento sus vidas volverán a separarse… lo sabe.
Esperanza se levanta del banco con las pocas fuerzas que le ha prestado el dolor y recoge su carrito lleno de vida. Vuelve la mirada hacia Sara que la mira sin comprender, sin entender, sin querer que se vaya. Entonces habla:
- Muchacha, es el momento de dejar atrás esta pesadilla. Debes dejar todo esto y volver a empezar de nuevo, tú todavía estás a tiempo.- Esperanza habla con la razón, con la sensatez; Esperanza no quiere ver a esa niña escondida entre las faldas del recuerdo atrapada en un futuro incierto, oscuro, rudo.
- ¡No puedo! ¡Mírame! Estoy acabada… acabada…- Sara va perdiendo la fuerza y la fe entre las consonantes de sus palabras. Agacha la mirada, de nuevo.- sólo soy la sombra de lo que una vez fui.
- Muy bien niña, veo que ya te has mirado. Pues ahora mírame a mí.
- ¿Qué?
- Que me mires. Obsérvame. Obsérvame bien porque en mí tienes reflejado lo que te convertirás en el futuro. Dime qué ves.
- Veo dolor, veo miseria… veo un vacío, un trapo sucio y viejo. Veo basura acumulada durante años, veo desprecio… veo todo lo que yo no quiero…- Sara escupe todo lo que sus ojos ven, miran, observan. Sara grita las palabras, no las columpia entre hilos débiles de incertidumbre y miedo. Sara, por primera vez, asegura.
Unos instantes de duro silencio sirven como despedida del encuentro. Esperanza decide que ya es hora de refugiarse en su soledad por el resto del día y empieza a caminar despacito, empujando su carrito, empujando su vida, haciéndola andar, rodar cuesta arriba, a empujones.
Sara se queda ahí quieta. Mirando como se disipa a lo lejos el reflejo de su sombra. La esperanza se va con una mujer que le ha contado la cruda realidad de su porvenir. Entonces, intuye que ya nunca más va a volver a ver a esa vieja mujer que tanto ha aprendido de la vida para poder enseñar muy poco. La viva imagen del dolor. Esa mujer es dolor que camina, miseria que habla. Esa mujer es la esperanza marchita, un rosal sólo con espinas… porque el tiempo ha arrugado los pétalos de la vida.
Esperanza continúa empujando su carrito. Le gustaría dar la vuelta, mirar atrás. Recoger a esa chiquilla perdida entre la crueldad machista. Quisiera arroparla y contarle que todo irá bien… pero eso es lo que hicieron con ella, una vez. Y sigue hoy empujando a su vida, dándole la fuerza que le arrebata la calle, haciendo en cada paso la historia de la pena y de la injusticia.
Sara empieza a caminar, como Esperanza, pero con más fuerza. A cada paso va recobrando la entereza. A cada paso va recordando las palabras de Esperanza. Ahora casi corre, anda muy deprisa. Quiere escapar y, entonces, recoge fuerzas una vez perdidas y empieza a correr. Corre. Corre. Corre. Cada vez más rápido para que el dolor no la atrape. Corre descalza, sin zapatos, para que no la aten a la locura.
Sara recuerda que se dirige a ninguna parte. Frena en seco. Observa a su alrededor. Todo es un mundo desconocido que se le presenta hostil. Sus ojos asustados reclaman de nuevo la impotencia. Sara llora, llora de rabia, llora de dolor, llora para ahogarse entre sus lágrimas. Da media vuelta y sigue su camino andado. Mira al suelo buscando cada paso dado con firmeza y ahora pisoteado por su miedo.
Vuelve por el camino de la esperanza para sumirse en la rutina de la vida insípida.
Ya sin identidad de heroína, sigue caminando arrastrando la esperanza de algún día poder echar a correr sin detenerse en el camino.
Marina
domingo, 4 de julio de 2010
HIMNO DE ESPAÑA(S)
Viva España
La Patria unida por dolor
Rabia y algo de desolación.
Tierra bendita, perdida de Dios
Donde todo el color se pierde en un rincón.
Tierra partida en cachitos de amor
Hacia una majestuosa idea y un color.
Viva España
Donde hay terrorismo y globalización
Viva la explotación.
Capitalismo rendido al poder
de una sociedad echada a perder.
Tierra unida por la construcción
Y el derrocamiento de la educación.
Tierra racista con la inmigración
Que no recuerda ya nuestra emigración.
MARINA
sábado, 3 de julio de 2010
Noche
viernes, 2 de julio de 2010
Una disculpa a tiempo
Marisol