Haciendo un breve repaso al año que dejamos atrás hace pocos meses.. revisando rápidamente este comienzo de año y siguiendo las pautas tradicionales del destino desde nuestra adolescencia puedo entrever demasiadas cosas, demasiados sentimientos, demasiados miedos, demasiadas esperanzas... Y eso es, en gran medida, lo mejor que tenemos. Un cúmulo de experiencias que nos hacen crecer, nos hacen soñar, nos hacen sopesar, nos hacen mejorar cada día pues somos personas, seres sentidos y pensantes, grandes personajes en una historia entrelazada por muchas otras.
Somos todo aquello que hemos hecho y todo aquello que haremos y, lo más importante, somos todo aquello que en este preciso instante sentimos.
¿Sentimos amor? Eso es porque somos amor... amor del que duele, amor del que rompe, amor del que se sueña... somos todas estas cosas a pesar de los miles avarates de la vida, a pesar de las magníficas ocasiones que hemos tenido de caer al suelo de rodillas.
¿Sentimos esperanza? Es que somos esperanza, somos ojos que brillan, miradas llenas de momentos que se desean, somos personas con las manos llenas de cosas que entregar... somos la mejor y más bonita parte de la vida.
¿Sentimos decepción? Eso es porque somos la decepción de lo que hemos anhelado y no se ha cumplido. Somos todos esos momentos que no han ocurrido, todas aquellas miradas que no se han mirado, pero que se mirarán, se mirarán porque somos miradas repletas de color y vida, de formas y texturas.
¿Sentimos, entonces, sentimos sin más? Sí, porque somos sentimiento, porque somos seres de corazón, porque latimos en cada palabra que pronunciamos, porque sentimos lo que hay cerca y lejos de nosotros. Sentimos porque somos grandes personas con grandes sentimientos, grandes personas que se atreven a sentir entre grandes personas que se esconden de su propia mirada.
Y, por todas estas razones, por todas estas cosas que somos innatamente, por todas aquellas cosas que pesan en nuestra mochila, y todas aquellas que se anhelan en nuestros sueños... por todo ello me atrevo a afirmar que somos de ese tipo de gente que siempre cae de pie. Ya se rompa los talones, las rodillas, o el alma.... siempre miramos de frente, siempre caemos con los brazos flexionados, con las manos apoyadas en el suelo pues no perdemos de vista la realidad más inmediata, los confines del suelo más remotos, todo aquello tan palpable como la vida misma.
Y caeremos de pie siempre que sintamos en nuestro interior la esperanza de ser cada día miradas más sinceras, miradas más valientes, miradas que traspasan hasta las más bellas paredes...
Marina