El fantasma de Masegoso es una leyenda muy común y comentada en los rincones de la España profunda, en los reglones de la cultura popular.
Es una historia fascinante... ¿real? Es posible, susceptible de ser cierta... no obstante, en este año, tendré la oportunidad de saborear el escenario de un posible genocidio de cerca.
La historia se remonta a mucho tiempo atrás. Ya no se recuerda el año, la década, el siglo. No obstante, sí quedan claros los motivos del crimen, las pasiones, la belleza, la envidia, las costumbres de un pueblo repleto de tradiciones y supersticiones.
La historia, en definitiva, del amor y sus frustraciones, del dolor, de la injusticia, de todo lo que se anhela incansablemente hasta la locura.
Y bien, de locura va la historia, de circunstancias paranormales, de sucesos que te remueven por dentro y te dejan como sabor la incertidumbre de lo que no se ve y no se sabe si es.
Adela era una muchacha del pueblo guapa y dulce y pertenecía a la familia enfrentada desde hacía un par de generaciones a la familia de un muchacho modesto y de mirada noble.
Ambos conocían sus antecedentes familiares. El abuelo de Adela, en su lecho de muerte, prometió volver de entre los muertos si algún día las dos familias se reconciliaban.
Sin embargo, los dos jóvenes se enamoraron y deseaban dar rienda suelta a los frutos de su amor y pasión. Todo el pueblo, menos las dos familias de los muchachos enamorados, apoyaron ese romance hasta el día que el sobrino de la bruja del pueblo, un muchacho militar de buena situación socioeconómica, llegara al pueblo y se enamorara de la bella muchacha. Los padres de Adela enseguida intentaron por todos los medios que la pareja prosperaba y entregar a su hija en buen matrimonio.
No obstante, Adela se negó rotundamente a aquel forzado matrimonio y juró quedarse soltera para siempre antes de casarse. Los padres de la contundente muchacha acabaron por entender la decisión de su hija y el joven militar entró en cólera.
Decidió fingir que se marchaba del pueblo para poder ser el fantasma del abuelo de Adela que se levantaba de la tumba para deambular cada medianoche por la torre de Masegoso.
Al principio, todo el pueblo, aterrorizado por los maleficios del fantasma, empezaron a sopesar un cambio de planes y ambos muchachos estuvieron a punto de romper el compromiso de matrimonio. Y así hubiese sido de no ser por el descubrimiento del verdadero fantasma. El muchacho con una tropa de mozos se fue en busca del fantasma para hacerle frente y, para su sorpresa, descubrió la farsa. Este, entrado en cólera cuando lo llevaron detenido, disparó al joven muchacho hiriéndolo de muerte.
Aun así, la venganza de la bruja y el militar no había saciado su sed, así pues, la bruja le entregó a su sobrino una culebra de agua para que envenenara la fuente de la que bebía todo el pueblo.
Un pueblo entero murió envenenado por las aguas que les daban alimento, un pueblo muerto a manos de la intolerancia a la frustración... un pueblo, a fin de cuentas, que divaga fantasma entre los dos mundos dando a conocer sus vidas arrancadas algunas noches frías en el rincón más carismático y ensordecedor de nuestra más antigua España.
Y dicen que muchas noches, a eso de las primeras horas de la madrugada cuando el frío se te cala en los huesos y en el alma, los habitantes del pueblo envenenado siguen celebrando fiestas, siguen batallando entre los dos mundos y, si paras atención ante la monstruosidad de la noche, podrás sentir que en ese solitario lugar nunca, nunca vas a estar solo.
Marina