Disfraces en carnavales emocionales. Quién entendería algún día que el miedo se disfraza de rabia y el dolor de ironía... ¿Quién?
El eco resuena firme en mi mente: DANGER, DANGER, DANGER... parpadeando con neones de un rojo que daña la vista.
El eco de mi rabia, el eco de mi dolor... el eco que retumba música carnavalesca mientras la función teatral en este circo social sigue su curso. Se abre el telón con una sonrisa, se cierra con un llanto acomodado al silencio que solo en la plena soledad de tu conciencia encuentra cabida.
Y lloras, y ríes y juegas a ser a ratos mujer y a otros ratos niña. La dulce chiquilla, la traviesa moza, la embravecida mujer, la heroína fuerte... tantos y tantos papeles para interpretar que a veces te colapsas, sufres un trastorno de personalidad múltiple... y entonces lloras cuando hay alguien y ríes sola respirando entre las sábanas y la almohada a media noche.
Entonces, un día cualquiera y a una hora cualquiera, no importa...descubres que hay algo más a parte de la actuación de guión aprendido, hay más, quizá no mucho ni demasiado...pero siempre hay alguien alrededor que se pone delante y te dice: "¡Despierta!, Ha llegado la hora de estar bien."
Y despertando encontraremos, quizá, la fórmula no perfecta de salir a la calle con una sonrisa sin guión ni escenario porque la vida sin etiquetas ni funciones, la vida misma, con sus riesgos e inquietudes merece la pena.
Marina