De mi facultad estaba ayer, comiendo ese pequeño snack que devuelve la vida a mi estómago después de varias horas de protesta. Sentada, empecé a observar a la gente que pasaba por delante mío, imaginando qué pensarían. Me di cuenta de que no paramos de cruzarnos una y otra vez con personas sin ni siquiera reparar en que están ahí. Seguí observando, como tantas veces he hecho, mirando como otros viven y observando mi vida sin participar activamente en ella. ¿Por qué? Miedos, dudas, miles de preguntas sin respuesta y cientos de respuestas absurdas, sí. Yo también estoy cansada de mirar sin hacer nada de nada. Es lo que más nos cansa. No saber apreciar los pequeños instantes llenos de magia que nos envuelven. Es lo más preciado que tenemos y no aprendemos a valorarlos hasta que estamos cansados de no hacer nada; hasta que los perdemos. Por ello, aprendo día a día a buscar esas huellas que dejaron los pequeños detalles que enterré en mi desván de recuerdos. Día a día aprendo a valorar y a guardar esos momentos tan fugaces como mágicos e intensos que hacen que la vida realmente merezca la pena. Empecemos a brindar, compañera...
Marisol
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario