

Resulta extraño cómo soy capaz de mirar el firmamento con esta pasividad aterradora, es extraño, es muy extraño. Lo miro desafiándolo con todas mis fuerzas así como siempre he desafiado a la vida. Ya me da igual si el firmamento es un manto que me cubre a mí, es más majestuoso que yo, es más que todo mi yo.
Cierro los puños rozando el suelo con los nudillos. Noto como el asfalto me quema la piel… y aprieto el puño aún más fuerte contra el suelo asfaltado.
La sangre empieza a asomarse por entre mis dedos aunque no siento dolor porque dolor ya no entra en mis carnes. Ya no cabe más dolor en mí, ya no.
Cierro los ojos por un instante, los cierro muy fuerte como si así pudiera desaparecer de este apestoso lugar, este sombrío espacio en el que me siento atrapada para siempre, para la eternidad, para toda la vida.
Quiero desaparecer en este mismo instante de la espesura de la noche. Quiero desvanecer entre las partículas de aire y volverme oxígeno y entrar en los pulmones de otra persona y expiarla, apropiarme de su cuerpo, de sus pensamientos, de sus sentimientos, de su vida.
Me encantaría volverme aire y quedarme entre los rincones de la vida. Me encantaría volverme partícula de la nada y habitar en una especie de agujero negro, de triángulo de las bermudas. Quiero desaparecer de aquí. Lo quiero.
Necesito que un golpe de dolor insoportable me robe los sentidos y me deje descansar, me deje volver a mi mundo de los sueños rotos, si bien siguen siendo sueños. Lo necesito.
Ya no pueda más, aguantar es un suplicio, es ya una rutina del día a día… ya no vivo… no más sólo consigo sobrevivir entre tanto estruendo, entre tanta muerte, entre tanta nada.
Me arrancaron la vida de cuajo, me la arrancaron como más duele, de un golpe seco, de un disparo. Me quitaron lo único que valía para mí, lo único que valía en mí, lo único que tenía.
Tenía… tenía tantas cosas y ahora tengo tantas nadas, tantos vacíos que hacen un eco gigante en mis recuerdos. Tengo tantas partículas vacías dentro de mí que estoy vacía de materia, puedo casi volar dando un salto… pero sólo logro volar hacia un infierno aún más oscuro, aún más inerte, aún más muerto.
Mi hija, mi pequeña, mi niña, mi vida. Todas estas cosas que estaban fusionadas en un solo y único ser se marchitaron de un plomazo cuando cayó empapada de una lluvia mortal, cuando cayó a un suelo mortal, cuando voló a un infierno mortal.
Yo lo vi, vi todo lo que ahora quiero borrar de mi imagen. Vi a mi pequeña con unos ojos de un terror angustioso, con una mirada de incomprensión, con un semblante lleno de desconcierto, de vida arrebatada injustamente… mi pequeña.
Ahora no sé qué hacer, adónde acudir. Esta guerra nos está matando poco a poco, me está desquiciando pues ya no siento. Por increíble que parezca ya no siento. Y no siento porque mi cuerpo se ha hecho inmune al dolor, mi cuerpo se ha convertido en dolor, en un dolor tan fuerte que ya ni duele. Un dolor que desmaya, un dolor que te deja inerte, un dolor que te aleja de tu conciencia. Soy dolor, soy dolor que no duele. Soy nada. Soy un cuerpo vacío de todo y lleno de nada. Soy un rastrojo difunto que se confunde entre las sombras de la noche, soy la angustia que se pasea por esta guerra. Soy la muerte que visita las calles, soy un cuerpo vacío de dolor porque el dolor se ha derramado por todos lados. Sí, soy dolor, dolor que no duele.
Intento levantarme pero mis fuerzas, ya muy pocas, sólo permiten que me arrastre, que me balancee por el suelo manchado de sangre, manchado de traición, tan lleno de vidas rotas, interrumpidas, vidas teñidas de una oscuridad inmensa… se pasean muertos vivos y vivos muertos… la diferencia… la diferencia no sé dónde se encuentra. Sólo sé que todos estamos muertos de alguna manera. Todos estamos vacíos de vida y llenos de guerra. Todos tragamos el polvo de los cañones, el polvo de la venganza, el polvo de la muerte. Absolutamente todos, matemáticamente todos… simplemente todos.
Tan sólo soy un punto negro más en esta historia, en esta guerra, soy tan sólo una sombra más entre tantas sombras, soy sólo una sombra al amanecer.
Cierro los puños rozando el suelo con los nudillos. Noto como el asfalto me quema la piel… y aprieto el puño aún más fuerte contra el suelo asfaltado.
La sangre empieza a asomarse por entre mis dedos aunque no siento dolor porque dolor ya no entra en mis carnes. Ya no cabe más dolor en mí, ya no.
Cierro los ojos por un instante, los cierro muy fuerte como si así pudiera desaparecer de este apestoso lugar, este sombrío espacio en el que me siento atrapada para siempre, para la eternidad, para toda la vida.
Quiero desaparecer en este mismo instante de la espesura de la noche. Quiero desvanecer entre las partículas de aire y volverme oxígeno y entrar en los pulmones de otra persona y expiarla, apropiarme de su cuerpo, de sus pensamientos, de sus sentimientos, de su vida.
Me encantaría volverme aire y quedarme entre los rincones de la vida. Me encantaría volverme partícula de la nada y habitar en una especie de agujero negro, de triángulo de las bermudas. Quiero desaparecer de aquí. Lo quiero.
Necesito que un golpe de dolor insoportable me robe los sentidos y me deje descansar, me deje volver a mi mundo de los sueños rotos, si bien siguen siendo sueños. Lo necesito.
Ya no pueda más, aguantar es un suplicio, es ya una rutina del día a día… ya no vivo… no más sólo consigo sobrevivir entre tanto estruendo, entre tanta muerte, entre tanta nada.
Me arrancaron la vida de cuajo, me la arrancaron como más duele, de un golpe seco, de un disparo. Me quitaron lo único que valía para mí, lo único que valía en mí, lo único que tenía.
Tenía… tenía tantas cosas y ahora tengo tantas nadas, tantos vacíos que hacen un eco gigante en mis recuerdos. Tengo tantas partículas vacías dentro de mí que estoy vacía de materia, puedo casi volar dando un salto… pero sólo logro volar hacia un infierno aún más oscuro, aún más inerte, aún más muerto.
Mi hija, mi pequeña, mi niña, mi vida. Todas estas cosas que estaban fusionadas en un solo y único ser se marchitaron de un plomazo cuando cayó empapada de una lluvia mortal, cuando cayó a un suelo mortal, cuando voló a un infierno mortal.
Yo lo vi, vi todo lo que ahora quiero borrar de mi imagen. Vi a mi pequeña con unos ojos de un terror angustioso, con una mirada de incomprensión, con un semblante lleno de desconcierto, de vida arrebatada injustamente… mi pequeña.
Ahora no sé qué hacer, adónde acudir. Esta guerra nos está matando poco a poco, me está desquiciando pues ya no siento. Por increíble que parezca ya no siento. Y no siento porque mi cuerpo se ha hecho inmune al dolor, mi cuerpo se ha convertido en dolor, en un dolor tan fuerte que ya ni duele. Un dolor que desmaya, un dolor que te deja inerte, un dolor que te aleja de tu conciencia. Soy dolor, soy dolor que no duele. Soy nada. Soy un cuerpo vacío de todo y lleno de nada. Soy un rastrojo difunto que se confunde entre las sombras de la noche, soy la angustia que se pasea por esta guerra. Soy la muerte que visita las calles, soy un cuerpo vacío de dolor porque el dolor se ha derramado por todos lados. Sí, soy dolor, dolor que no duele.
Intento levantarme pero mis fuerzas, ya muy pocas, sólo permiten que me arrastre, que me balancee por el suelo manchado de sangre, manchado de traición, tan lleno de vidas rotas, interrumpidas, vidas teñidas de una oscuridad inmensa… se pasean muertos vivos y vivos muertos… la diferencia… la diferencia no sé dónde se encuentra. Sólo sé que todos estamos muertos de alguna manera. Todos estamos vacíos de vida y llenos de guerra. Todos tragamos el polvo de los cañones, el polvo de la venganza, el polvo de la muerte. Absolutamente todos, matemáticamente todos… simplemente todos.
Tan sólo soy un punto negro más en esta historia, en esta guerra, soy tan sólo una sombra más entre tantas sombras, soy sólo una sombra al amanecer.
En su momento lo dije, y lo diré tantas veces como haga falta: magnífico escrito, lleno de una melancolía y tristeza de las que estremecen el alma. Desgarradora historia, compañera.
ResponderEliminarMarisol
¿Qué te han parecido las fotografías? Me ha costado muchísimo encontrar algo que reflejara la esencia del relato. Otra vez, gracias compañera.
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