
Apareciste sin ser realmente esperado, como una luz que ciega en la oscuridad de la noche. Tu imagen se quedó grabada en mi retina y los encuentros fortuitos se volvieron aire fresco en mis días de sal cicatrizante. No podía creer lo que me estaba sucediendo, no pensé que me ocurriría, al menos en un largo tiempo. Pero sí, ocurrió poco a poco, sin apenas darme cuenta. Tú estabas ahí como agua fresca para saciar mi sedienta boca. Y así fue como esas ganas locas de verte me asaltaban en la cama, mientras mis cansados ojos intentaban conciliar el sueño. Y se sucedieron los días, las semanas y los meses...y te hiciste un hueco en este desgastado corazón. Sin saberlo, sin buscarlo, sin realmente merecerlo. Pero sí, estás aquí aunque sin saber que decir ni que hacer.
Marisol
Marisol
Hay veces en las que la luz ciega nuestros ojos... razón suficiente para no ver cuando hay alguien delante de nuestros ojos.
ResponderEliminarPongámonos unas gafas de sol y dejémonos atrapar por la luz.
Un beso querida;
Marina