
No sería la primera vez que en la soledad de mi immensa noche me levantara a coger pedazos de mi vida para reorganizarlos y añadirles otros trocitos que se me habían caído por el camino. Me tumbaría en mi cama, compañera inseparable de sueños y sollozos, para hojear páginas de un ayer quemado de tantas deudas con mi presente. Al empezar ese reencuentro con mi yo pasada, algo se rompe en el silencio de las eternas palabras nunca pronunciadas. Cenizas de lágrimas caen sobre las sábanas para recordarme errores cometidos y sonrisas despiertas retumban en mis oidos para desbordar las alegrías vividas en otros tiempos. Me leo a mí misma mi propia vida, como si no supiera quién soy, y me doy cuenta de cuánto he cambiado. Ya casi ni reconocería a mi ayer si no fuera por las veces que he mirado en mi álbum de recuerdos.
Hay personas que han pasado desapercibidas por mi vida y muchas otras que se han instalado en ella para quedarse. Otras que ya no están pero que siempre seguirán en mí y me acompañarán en mi camino, haga lo que haga y me dirija a donde me dirija. También hay otras que pasaron por mi vida, arrasándola completamente. Ésas dejaron su huella quemando por completo el afecto que se les ofreció, pero ese fuego purificó las heridas. Y también hay tantas otras personas que entrarán en mi vida y la llenarán de gozo. Pero aquellas que un buen día llegaron y se instalaron negándose a abandona y aquellas que estuvieron ahí esperándome incluso antes de mi existencia: todas ellas son las que permanecerán siempre y a las que aprecio y quiero con toda el alma.
Así pues, reviso centímetro a centímetro mi vida, en la soledad del ser humano, en los segundos que mi gente me ha hecho ganar en detrimento de los que me hicieron perder el tiempo. De esta forma, me percato de que cada día aprendemos alguna cosa más de nosotros mismos y de los demás. Y así, vamos cambiando y aprendiendo a querernos tal y como somos...
Marisol
Si no fuera porque se trata de una soledad poética, íntima y espiritual, te arrastraría hasta mi cuarto, te dejaría soñar en mi cama, te arroparía con sábanas frescas de seda, y te cantaría susurrando al oído que eres mi mejor amiga.
ResponderEliminarAntes, durante y después de tu existencia, siempre contigo. Porque el amor también baila con la música de la amistad.