
“Es absolutamente necesario que comprendamos a la persona a la que amamos. Si tu amor no es más que deseo de posesión, no es amor auténtico. Si solo pensamos en nosotros mismos, si solo tenemos en cuenta nuestras necesidades y jamás las del otro, entonces no podemos amar. Debemos profundizar en la comprensión y contemplación del ser amado. Esa es la base del amor auténtico. No soportaríamos amar a alguien a quien no comprendiéramos en profundidad.
De vez en cuando siéntate a su lado, cógele la mano y pregúntale: “Cariño, ¿te comprendo suficientemente o te hago sufrir? Cuéntamelo, por favor, para que aprenda a quererte mejor. No es mi intención hacerte sufrir, pero si lo hiciera por ignorancia, dímelo para que pueda amarte mejor y ser feliz.” ”
Hacia la paz interior, de Thich Naht Hanh
Este es el uno de los fragmentos reveladores del libro que estoy leyendo para hacer una resención para la asignatura de conducta. Y digo revelador porque hoy he llegado a un punto de inflexión en el que ya solo queda trepar del abismo. Ya solo eso.
He estado escondiéndome del dolor que puede llegar a suponer la pérdida de la identidad, la pérdida de aquella imagen donde proyectabas todo tu amor, ya resignado y dolido, ya cansado y malgastado.
Y un simple y sencillo hecho ha desencadenado aquello a lo que temía en mis pesadillas, el reencuentro conmigo misma.
Pues se me antojaba fácil ser feliz, y no me daba cuenta de que para ello, he de romper con el dolor de mi pasado.
Y si alguien está leyendo estas líneas y conoce mis recientes circunstancias, fácil será caer en el error de que todas estas palabras van dirigidas a una persona en especial, a una persona que ha dejado en mí algo parecido a un pueblo arrasado y polvoriento.
No, reiteradamente puedo afirmar que no. Esta vez se trata de mí misma, aunque, realmente siempre ha sido así. Cuando tenemos un problema, un sentimiento negativo, algo que altera nuestra tranquilidad, siempre dirigimos la culpa al portador de esa circunstancia o sentimiento, pero estamos muy equivocados. Esa persona no es más que la conductora de un problema interno, de una inquietud de nuestro interior que se ha desbocado dentro de nosotros y que está creando una especie de hemorragia interna.
Canalizar nuestra ira de esta manera no nos aporta nada de positivo.
Ahora mismo, tendría moralmente motivos para odiar a dos personas que giran entorno a mi vida. Solo dos. Pero no quiero hacerlo. Y tampoco debo.
No hay en mí la fuerza suficiente para seguir fingiendo que la culpa de todo la tienen los que nos rodean.
¿Por qué canalizar mi ira con la persona que me ha engañado? ¿Por qué canalizar mi ira con la persona que ha utilizado ese engaño para darme un golpe bajo y derribarme en una discusión? ¿De quién es realmente la culpa? ¿De ellos o de algún sentimiento que hay en mi interior que me come?
Me duele el engaño porque hay algo dentro de mí que no soporta la hipocresía, ¿Qué será? Me duele un comentario referente a esta situación porque me duele que la situación me duela. ¿Qué habrá dentro de mí?
Son preguntas a las que hoy no puedo dar respuesta. Habrá tal vez en mí un indicio de que no voy a poder soportar la presión de un trabajo como el que me voy a dedicar. O quizá sea el síntoma que ha hecho de punto de partida que necesitaba para empezar a pedirme perdón a mí misma, para empezar a entender por qué me enfurece tanto la tristeza, tanto que me obliga inconscientemente a transformarla en ira.
¿Por qué no soy capaz de aceptar que en un momento determinado puedo estar triste? ¿Por qué me veo con la imperante necesidad de transformarla en ira? Quizá sea porque la ira la puedes enfocar con la culpabilidad hacia alguien externo y la tristeza, simplemente, es un estado en el que uno mismo debe encontrar su propia paz y tranquilidad.
Y pueden llegar a surgir preguntas como el por qué encabezar esta entrada con un texto que habla del amor auténtico hacia otra persona, pues la respuesta es tan sencilla que puede decepcionar: porque no es capaz de amar quien no sabe amarse a sí mismo. Y nadie puede amar a quien no comprende ni conoce. Entonces, no conocernos a nosotros mismos significa perder la oportunidad de querernos, y esa pérdida de oportunidad nos conlleva a la trágica situación de no saber amar de verdad. Algo por lo que moriría si no llegara a conseguir.
Y en honor a una de las personas más importantes de mi vida voy a recordar unas palabras que me dedicó una vez a mí y que hoy yo quiero dedicar al mundo entero: “¿Cómo no vas a ser capaz de amar si tú eres tod@ amor?”
Gracias por estas palabras, siempre las llevo en el corazón.
Marina, en momentos de una extraña lucidez.
Tengo que confesarte compañera que esta entrada me ha llegado especialmente al corazón. Ahora tú estás en una etapa por la que yo empecé a pasar hace un año y todavía estoy pasando. Siempre me repito, ¿cómo voy a ser capaz de amar si no me amo primero a mí misma? Y te aseguro que estoy en el proceso. Es lento y largo, pues aquello que más anhelanmos es lo más difícil de conseguir, pero estoy segura de que lo conseguiremos, porque ya sabes, como alguien en una madrugada de inspiración me dijo "Recuerda que somos todas amor" (junto con otras reflexiones muy profundas que no recuerdo por la resaca de no haber dormido nada de nada...jejeje)
ResponderEliminarMarisol