
Te deslizas dejando mi inocencia al desnudo...como Adán y Eva recién creados...sin vergüenza alguna. Me encantaría renacer en tus brazos y abandonarme a tu suerte para experimentar el dulce éxtasis del deseo pecaminoso. Déjame posar mi elegante malicia en tu pecho descubierto. No seamos más dos, sino uno. Permítime acercarme un poco más. Tan sólo un poco. Sí, un poco más. Y así saborear la hiel de tus labios. Contigo el dolor es dulce. El dolor no existe.
Marisol
Marisol
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