
Y entre desvelos de sueño y marionetas de noches vacías, va caminando perdida el alma de la niña. Ya no huye como entonces, remando en mareas tibias y escondidas. Ya no llora a la nada porque lágrimas no le quedan. Ya no ríe por miedo a la incertidumbre. Avanza temblando debido al frío, pues le robaron su abrigo. Descalza de serenidad y vestida de gris se pierde entre montes malditos. La niña dejó de preguntarse porque los días cambiaban su color constantemente. Dejó de maldecir su mala suerte. Alejó sentimientos inútiles en tierras extrañas y hostiles. Puede que alimenten el alma, pero no el cuerpo. Ahora su alma se centra en alimentar su cuerpo, magullado de mal amor. Ahora decide salvar su cerebro, pues el corazón no le sirvió.
Marisol
De la tristeza que se encarguen los que nunca han sabido ser felices...
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