
MEDITANDO
Respiro suavemente, sin pausa
Con los ojos cerrados navego.
Inspiro, con tranquilidad lleno mis pulmones
De aire limpio y suave.
Me adentro en mi mundo
Y expiro preocupaciones sin oxígeno
Vuelvo cada vez un poco más a mí
Y en mí misma me encuentro.
La paz suave y tierna acaricia mi rostro
Que ya, sin Sol, no se congela.
Dentro estoy, en mí, de la mano del miedo,
Compañero viajero, niño dulce quien vi sonreír.
Mis manos no están ya vacías
En una llevo mis pasos y en la otra caricias
Y a mi lado camina ese niño sin miedo
Porque es miedo aceptado y abrazado.
Miedo y yo nos miramos, muy dulce
Y proseguimos el oscuro infinito
Esta vez queremos otro abrazo
Y abrazar a la soledad sin miedo.
Miedo y yo somos inseparables compañeros
Pues ambos nos hemos aceptado
Y queremos amistarnos con soledad
Para que deje de hacernos daño.
Ya solo estamos a un paso.
Aunque pueda parecer escrito desde la ironía, realmente está escrito desde el corazón. Los expertos en meditación dicen que si tienes miedo debes acercarte a él y dejará de hacerte daño, si tienes ira, lo mismo; y si tienes amor más de lo mismo.
Hace unas semanas que el miedo invadía mi cuerpo, miedo a muchas cosas y miedo realmente a ninguna. Sentía en mí florecer algo infinitamente perturbador y yo, cansada de sentir y sentir más que desgracias, decidí enfrentarme al miedo y a todo lo que se interpusiera en mi camino hacia mi paz y tranquilidad, hacia mi felicidad, en resumidas cuentas.
Conseguí llegar a acercarme a mi propio miedo y aceptarlo como uno de esos sentimientos que te acompañan en determinadas situaciones… desde entonces, mi miedo y yo nos compenetramos… no he vuelto a sentir miedo por nada más. Ya no temo a la soledad, ni a la enfermedad, ni a las cosas que me están sucediendo.
Y cuando aceptar tu miedo, el siguiente paso es aceptar la soledad, pues todos estamos solos en nuestro interior (a no ser que estemos enamorados y en nuestro interior sólo existe esa persona tan especial).
No temo estar sola, ni temo que no haya alguien que piense en mí porque ya estoy yo para pensar en mí misma y eso es algo que se me había olvidado de tanto pensar en la otra persona que tenía a mi lado, encadenada.
Este poema, entonces, lo he escrito desde la felicidad, desde esa paz que hacía tanto tiempo necesitaba, hoy me gusta como es mi vida y no la quiero cambiar. Hoy soy yo misma y soy tremendamente feliz.
Marina
Caminaremos juntas niña, hacia nuestra felicidad, la cual la forjarán nuestras manos y el sudor de nuestra frente.
ResponderEliminarMarisol