Trotando incansable durante dos semanas largas y eternas.
Caminando intranquila por los sinsabores de las decepciones.
Atando cabos que ya no existen, deshaciendo nudos invisibles, inventando algo para seguir poseyendo.
Descubriendo... desfilando con ojos grandes lo que me puede regalar la vida, lucha silenciosa, lucha constante conmigo misma.
Deseando desaparecer, disiparme, olvidarme de mí misma por un instante.
Intentando desalentar mi esperanza para dejar un hueco útil a las buenas nuevas...y a las malas, en todo caso.
Y todo en gerundio pues el presente es lo único que me permite desbocar mi tristeza y regalarme una sonrisa, porque cansada ando de batallar en guerras sin sentido, porque lloro a ratos e intervalos por miedo a hacerlo demasiado tiempo, porque me aguanto de pie por inercia en ocasiones, porque... ¿Qué demonios? ¿Por qué no aspirar a algo mejor? ¿Por qué no dejarme encontrar en otros puntos cardinales? ¿Por qué no abrir mi horizonte y empezar a volar?
Quizá, y sólo quizá, porque necesito encontrar el calor que dejan mis sábanas, porque necesito abrazarme, porque necesito quererme sin rencores, porque quizá, de todos mis reproches se saque únicamente en claro que lo que más reprocho en ocasiones es ser yo misma.
Portazo limpio a la culpa y las responsabilidades ajenas, portazo al pasado... en esta ocasión, brindo yo.
Mil sonrisas para todos los que lean dichos párrafos y que las vida les trate bien, de buen seguro lo merecen.
Y, en especial, regalo y ofrezco mi cariño a quienes día a día se desloman por hacerme sonreír, gracias por tanta fuerza.
Marina
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