DE LO INJUSTO A LO PRECIPITADO: EL CAMINO DEL MIEDO

Hay momentos en nuestros días, pequeños, tan pequeños...quizá de tan solo un instante, en los que sonríes para ti misma porque sabes que las circunstancias son meros factores interdependientes que fuerzan tu destino a un rumbo aún cambiable. Y es por ese cambiable que sonríes pues tu parte más auténtica tiene la certeza de que haces las cosas lo mejor que puedes. Y también sabes que lo mejor que puedes es suficiente como para disculpar el alcance de tus errores y, en algunas ocasiones, el de los demás.

Curiosamente, un error nuestro nos provoca pesadez, un error de los demás para con nosotros, injusticia.

En efecto, cuando por error nos tratan mal sentimos que es injusto y cuando no se nos brinda la oportunidad de cambiar el error, ese sentimiento se magnifica hasta alcanzar cuotas desesperantes.

Porque somos un extraño tejemaneje de sentimientos y pensamientos y no hay acción que no nos invoque ambas cosas.

Yo también me siento injustamente tratada y como tal me siento, también me pienso.

La diferencia de esta ocasión a las anteriores es que no voy a patalear por detrás mientras al público le demuestro mi orgullo e indiferencia; esta vez lloro si así lo siento y asimilo la situación para cuando la ceguera de la injusticia se solvente y pueda afrontar con soberana paciencia una acción, quizá, no tanto injusta sinó precipitada.

Porque tras un mes en un lugar donde hasta el tiempo es incierto he aprendido a que el daño causado a los cercanos puede entenderse como un volcán que al explotar descarga la lava de un miedo que se le escapada de las manos a cualquier niño.

Cuánto valor hay en quien le sonríe al miedo mientras llora por dentro.

Mil gracias a quienes abren bien los ojos, sé que ellos pueden verme.

Enormemente agradecida;

Marina