Se cerraban mis párpados y con ellos toda una niñez.
Ya no se soñarían las buenas palabras, ya no sucumbiría en el sueño apacible de quien se sabe seguro entre las tinieblas...porque al cerrarse mis párpados se abrieron los ojos de la realidad. Y esa realidad a la vista era dura y en ocasiones con tintes de crueldad. Un abismo para la ignorancia, un caldo caliente para las luchas internas.
Mas se trataba de la vida misma y como tal decidí vivirla... y me alié con el miedo y le hice un hueco en mi cama. Me dormí con el olor a reto y decisión y apoyé mis pensamientos en la almohada de la constancia.
Así fue cómo atisbaba la vida en el transcurso de mis horas de sueño. Porque la ciega noche me enseñó a ver una Luna brillante entre tantas oscuras voces. Porque con mis manos fabriqué unos gramos de esperanza con los que ahora sonreír a los contratiempos y respirar el aire limpio de quien se sabe afortunada.
Marina
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