Recuerdo aquella conversación, perdura en mi mente grabada a fuego, quemándome los pocos recuerdos afables que hoy restan de ti en mi memoria.
DÉBIL... débil; dices de mí ser débil, sin garras para enfrentarme a la vida y sus caprichosos obstáculos.
Y aun no entiendes que de los dos el débil eres tú.
Tú, quien no tienes el valor de sentir.
Tú, quien no despegas del suelo, quien se mantiene en lo más alto tan solo un instante, el que dura el impulso... y vuelves a caer por tu propia inercia, por la pesadez de quien no arriesga, quien no anhela, quien no confía.
Dices de mí ser débil cuando fui yo quien apostó contra viento y marea por una causa perdida.
Dices de mí ser débil cuando yo entendí que seguirías tu camino sin mí a pesar de ello, continué a tu lado hasta el final.
Dices de mí no tener agallas y soy quizá la única persona que hayas encontrado capaz de decirte que te quiere aún después de poner sobre la guantera del coche sentimientos valdíos acabados antes de tiempo.
Y dices y dijistes tantas cosas y casi ninguna de ellas ciertas.
Así pues, soy yo quien tras cada caída se levanta con nuevas ganas de luchar sin condiciones, sin miramientos, sin promesas en un infinito atemporal que se pierde en el fondo de tus ojos.
¿Débil? Débil es quien no es capaz de sonreír a quien acaba de hacerle daño.
Marina
Gran final para un magnífico escrito. No lo dudes, los débiles son aquellos que abandonan antes de haber luchado por amar. Quedan los que han amado, y prevalecerán!
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