
Hola, queridos lectores, intentad hoy leer esto que intento transmitir sin juzgar mi ignorancia, por favor, no se trata, hoy, de quién tenga la razón.
Me consta que el mundo está cada vez más loco, si cabe. Pero me consta que me lo parece a mí porque cada vez tengo la oportunidad de ver más allá, de entender más allá de mi burbuja de cristal… estoy teniendo la magnífica suerte de conocer otra que no sea mi verdad.
Qué es la vida sino una sucesión de circunstancias que definen a las personas, qué son nuestros principios sino ideas que hemos ido forjando mientras en nuestro camino nos encontrábamos a personas que hablan muy bien y de hechos que corroboran lo que esas personas dicen… no somos buenos, queridos amantes de la moral religiosa, ni somos malos, tampoco. Somos seres humanos, talmente, somos personas frágiles con un irremediable deseo de intentar hacerlo todo siguiendo un extraño sentido que ni nosotros encontramos… no debemos tacharnos de maleantes patológicos ni de egoístas excéntricos, ni de chiflados extremistas… simplemente, somos personas con mucho en nuestra mochila particular del pasado y con un futuro incierto que nos aterra, y cada vez que nos miramos al espejo no nos vemos a nosotros mismos, vemos lo que puede que seamos en ese futuro que no está escrito.
En tres años de carrera no he podido aprender otra cosa que no sea no juzgar a la gente, que todo tiene una causa para que obtengamos ese efecto que nos irrita tanto. Por ejemplo, ¿culpar a aquella persona a la que hemos intentado apoyar a pesar de sus continuos desplantes? No, razones de peso tendrá esa persona para comportarse así y, seguro, le debe aún pesar en la conciencia actuar con desdén.
Y por qué guardar rencor a quienes nos hicieron daño… fueron las circunstancias lo que provocaron ese suceso que nos duele y, aunque las palabras estén en boca de esa persona y los actos en sus manos, un sinfín de variables han provocado esa reacción y esa respuesta que, en última instancia, nos ha perjudicado.
Personalmente, en mi batalla personal contra el rencor intento apoyarme en este sentido real de lo que es la compleja relación social entre seres humanos… todos nos hacemos daño, todos nos equivocamos, y todos conseguimos sacar de las personas lo mejor y lo peor de ellas… y ello no puede nunca significar que seamos una cosa u otra.
En mi caso, las circunstancias de mi vida me llevaron a estudiar una carrera tal como educación social, también me empujaron a ser una persona impulsiva, con agallas y con unos principios firmes ante la justicia social. Todo lo que he podido interpretar de la vida me ha llevado a valorar lo bueno que hay en mí y lo bueno que hay en los demás, circunstancias como el hecho de poder entender el por qué la gente se autodestruye me han llevado a interesarme por la psicología y la autoestima, en consecuencia, he podido entender que quien en el pasado me hizo daño lo hizo para hacerse daño a sí mismo… y ello me ha llevado a la terrible situación de culparme por cada momento de rencor que le he dedicado estas personas que no han sabido encontrar la razón por la que quererse. También cabe decir que las circunstancias me han llevado a la increíble situación de tener amigos en los que poder confiarles todo lo que soy y lo que siento, y este hecho me ha convertido en una chica realmente feliz y afortunada, también he podido nacer en una familia en la que he podido aprender de la distancia, los secretos, las mentiras, el cariño y la apuesta por los tuyos cueste lo que cueste, con lo que he aprendido a dar un abrazo con los brazos abiertos.
Y con todo esto, sencillamente intentaba transmitir mi modesta opinión de que las personas las hacen, en gran medida, las circunstancias… y yo no conozco aun persona que haya obrado mal por el mero hecho de ser mala: he conocido narcisistas, personas con indicios de trastornos antisociales, personas muy desdichadas y frustradas consigo mismas, personas egocéntricas por miedo a sacar la cabeza de bajo el ala y enfrentarse a su realidad, gente que no sabe lo que es el cariño y el respeto y, en consecuencia, no ha valorado el mío, personas que se han sentido intimidadas y amenazadas y han contraatacado, gente que un mal entendido les ha hecho pensar cosas que en realidad no eran y han juzgado mal, personas sin la capacidad de perdonar y condenadas a recordar eternamente un pasado que aun les hace demasiado daño… y ninguna de estas personas me han trasmitido la certeza de que viven del dolor de los demás pues, realmente, están demasiado inmersas en el suyo propio como para entretenerse en las desdichas de los demás.
Entonces, todo este planteamiento, tal vez extremadamente absurdo para algunos, me ha llevado a la firme conclusión de que no soy nadie para juzgar, para recriminar ni para perdonar… ¿acaso tengo el derecho de permitirme tener que perdonar por hacerme daño? No. Me han llegado a hacer mucho daño, han cogido, en ocasiones, mi corazón y lo han estrujado, me lo han oprimido y me han herido pero ello no significa que deba perdonar como víctima perdona a su agresor… pues yo también he dañado y he herido.
Por ello, intento hoy encontrar la causa del por qué a todo lo que hace daño.
Me consta que el mundo está cada vez más loco, si cabe. Pero me consta que me lo parece a mí porque cada vez tengo la oportunidad de ver más allá, de entender más allá de mi burbuja de cristal… estoy teniendo la magnífica suerte de conocer otra que no sea mi verdad.
Qué es la vida sino una sucesión de circunstancias que definen a las personas, qué son nuestros principios sino ideas que hemos ido forjando mientras en nuestro camino nos encontrábamos a personas que hablan muy bien y de hechos que corroboran lo que esas personas dicen… no somos buenos, queridos amantes de la moral religiosa, ni somos malos, tampoco. Somos seres humanos, talmente, somos personas frágiles con un irremediable deseo de intentar hacerlo todo siguiendo un extraño sentido que ni nosotros encontramos… no debemos tacharnos de maleantes patológicos ni de egoístas excéntricos, ni de chiflados extremistas… simplemente, somos personas con mucho en nuestra mochila particular del pasado y con un futuro incierto que nos aterra, y cada vez que nos miramos al espejo no nos vemos a nosotros mismos, vemos lo que puede que seamos en ese futuro que no está escrito.
En tres años de carrera no he podido aprender otra cosa que no sea no juzgar a la gente, que todo tiene una causa para que obtengamos ese efecto que nos irrita tanto. Por ejemplo, ¿culpar a aquella persona a la que hemos intentado apoyar a pesar de sus continuos desplantes? No, razones de peso tendrá esa persona para comportarse así y, seguro, le debe aún pesar en la conciencia actuar con desdén.
Y por qué guardar rencor a quienes nos hicieron daño… fueron las circunstancias lo que provocaron ese suceso que nos duele y, aunque las palabras estén en boca de esa persona y los actos en sus manos, un sinfín de variables han provocado esa reacción y esa respuesta que, en última instancia, nos ha perjudicado.
Personalmente, en mi batalla personal contra el rencor intento apoyarme en este sentido real de lo que es la compleja relación social entre seres humanos… todos nos hacemos daño, todos nos equivocamos, y todos conseguimos sacar de las personas lo mejor y lo peor de ellas… y ello no puede nunca significar que seamos una cosa u otra.
En mi caso, las circunstancias de mi vida me llevaron a estudiar una carrera tal como educación social, también me empujaron a ser una persona impulsiva, con agallas y con unos principios firmes ante la justicia social. Todo lo que he podido interpretar de la vida me ha llevado a valorar lo bueno que hay en mí y lo bueno que hay en los demás, circunstancias como el hecho de poder entender el por qué la gente se autodestruye me han llevado a interesarme por la psicología y la autoestima, en consecuencia, he podido entender que quien en el pasado me hizo daño lo hizo para hacerse daño a sí mismo… y ello me ha llevado a la terrible situación de culparme por cada momento de rencor que le he dedicado estas personas que no han sabido encontrar la razón por la que quererse. También cabe decir que las circunstancias me han llevado a la increíble situación de tener amigos en los que poder confiarles todo lo que soy y lo que siento, y este hecho me ha convertido en una chica realmente feliz y afortunada, también he podido nacer en una familia en la que he podido aprender de la distancia, los secretos, las mentiras, el cariño y la apuesta por los tuyos cueste lo que cueste, con lo que he aprendido a dar un abrazo con los brazos abiertos.
Y con todo esto, sencillamente intentaba transmitir mi modesta opinión de que las personas las hacen, en gran medida, las circunstancias… y yo no conozco aun persona que haya obrado mal por el mero hecho de ser mala: he conocido narcisistas, personas con indicios de trastornos antisociales, personas muy desdichadas y frustradas consigo mismas, personas egocéntricas por miedo a sacar la cabeza de bajo el ala y enfrentarse a su realidad, gente que no sabe lo que es el cariño y el respeto y, en consecuencia, no ha valorado el mío, personas que se han sentido intimidadas y amenazadas y han contraatacado, gente que un mal entendido les ha hecho pensar cosas que en realidad no eran y han juzgado mal, personas sin la capacidad de perdonar y condenadas a recordar eternamente un pasado que aun les hace demasiado daño… y ninguna de estas personas me han trasmitido la certeza de que viven del dolor de los demás pues, realmente, están demasiado inmersas en el suyo propio como para entretenerse en las desdichas de los demás.
Entonces, todo este planteamiento, tal vez extremadamente absurdo para algunos, me ha llevado a la firme conclusión de que no soy nadie para juzgar, para recriminar ni para perdonar… ¿acaso tengo el derecho de permitirme tener que perdonar por hacerme daño? No. Me han llegado a hacer mucho daño, han cogido, en ocasiones, mi corazón y lo han estrujado, me lo han oprimido y me han herido pero ello no significa que deba perdonar como víctima perdona a su agresor… pues yo también he dañado y he herido.
Por ello, intento hoy encontrar la causa del por qué a todo lo que hace daño.
Marina
Sabias palabras siempre son las que salen de tu boca, ya sea porque el mundo te ha hecho así (como reza la canción), porque te agrada la psicología, por ser educadora social o porque simplemente eres una de las personas más locamente cuerdas de este mundo y consigues comprender lo incomprensible. Y, a todo ello, estoy de acuerdo (curiosamente estas últimas semanas me han rondado por la cabeza ideas muy similares a las que has plasmando en este magnífico escrito, bombón). Un beso
ResponderEliminarMarisol